22/2/07


Nunca imaginé que el paraíso fuese un hotel cutre a la orilla del mar. La piel se me pega en los bancos tapizados de escay rojo a modo de sofá-chaise longue. Cuando me incorporo siento cómo se va despegando lentamente la superficie de mi pierna. Es una sensación dolorosa casi como de depilación, pero me repito una vez más que he llegado al paraíso. ¿Qué me deparará?

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